Desde que Ferrari abriera su nueva tienda en el número 6 de la calle de Serrano, se ha convertido en parada obligada en mis paseos por el barrio.

Me confieso un seguidor incondicional de la mítica escudería Ferrari, un apasionado de la Formula 1 y un admirador de Fernando Alonso.

Desde ir siguiendo las rondas clasificatorias, la conformación de la parrilla, hasta ver tomar la salida en cada uno de los distintos Grandes Premios, pasando por informarme sobre la meteorología, sobre qué neumáticos van a llevar en carrera o a cuántas paradas van ir, me recuerda a mis juegos de estrategia que tanto me gustaban de joven. Un Gran Premio de Fórmula I es lo único que me puede motivar a levantarme a horas intempestivas un domingo por la mañana.

Por eso, cuándo supe que el jueves 31 de Mayo Fernando Alonso venía a Madrid, para acudir a la inauguración oficial de la tienda de la Escudería en la calle Serrano, decidí acercarme. La inauguración oficial de la tienda fue la locura. Cientos de aficionados y curiosos nos agolpábamos a la puerta de la tienda para ver a nuestro ídolo de cerca.

Impresionante la “Ferrari Parade”, en la que, a partir de las 12 de la mañana, una veintena de deportivos, entre ellos el F12, de la casa italiana recorrían las calles de Madrid. Partía de la calle Serrano y por la calle Alcalá y la Gran Vía  llegó a la plaza del Callao.

Pero volvamos a la tienda, ya con calma. Desde que a finales de noviembre el rojo intenso Ferrari cubría su futuro escaparate, ya sabía yo que iba a convertirse en un lugar de culto para mis ratos de ocio. No me defraudó y, como os decía al principio, todas las semanas «entro en boxes» y me doy una vuelta por esos 500 metros cuadrados distribuidos en dos plantas. Claro está que me lleva bastante más de 9 segundos. Se me pasa el tiempo volando y he llegado a la conclusión de que el merchandising de Ferrari crea verdadera adicción: miniaturas de sus coches, gorras, llaveros, camisetas y esa ropa tan elegante y deportiva… Un auténtico capricho. El espíritu altamente  competitivo de Alonso me invade y me siento como al volante de su Ferrari, calculando mentalmente las vueltas que me quedan para alcanzar el podio.

Para mis sobrinos ha sido como que los Reyes Magos se hayan quedado a vivir en Madrid todo el año. Me buscan las vueltas para que los acompañe los sábados por la mañana, y pasamos juntos unos momentos divertidos y diferentes de máxima complicidad.

Y por cierto, os confesaré que me ha solucionado las decisiones de los regalos para sobrinos e hijos de amigos,. ¿A qué niño no le gusta que le regalen cualquier gadget relacionado con «Il Cavallino Rampante» o su piloto estrella?

Y así, mientras elijo los regalos, disfruto como si para mí mismo los comprara.